Sobre lo necesario de la retórica

Introducción

Ante mi pasión, en ocasiones desmedida de lo grecorromano, algunas personas me preguntan si estoy de acuerdo con determinadas acciones que se desarrollaban en época de dominación romana o si mi gusto por determinados personajes históricos determina ciertas afinidades con diferentes sistemas políticos. Ciertamente, lo que me cuesta hacerles entender es que mi admiración no viene tanto por su propia historia o por las conductas bárbaras o no de sus actos, sino por el legado dejado a las siguientes generaciones y que en algunos casos erróneamente se visten de valores alcanzados con posterioridad; me explico mejor, si le preguntas a alguien de la calle si sus tribunales de justicia son un estamento antiguo, seguramente por una distorsionada visión, la asimilarán a un periodo de democracia más reciente o a partir de la finalización de una dictadura y de sus tribunales militares. No se va más allá, ¿la razón? que a lo largo de la historia han habido miles de frenos de mano que han seccionado, fragmentado o modificado la evolución natural de las sociedades y el papel del hombre en ellas, séase por la religión, por la política o por la propia sociedad.

Dicho esto, mi propósito siempre ha sido el de la difusión clásica para el conocimiento real, es decir, sin menospreciar la evolución histórica, intento poner de manifiesto aquello que sí es propiamente romano o griego y que sigue con total vigencia hasta nuestros días y aunque no me canso de hacer hincapié en que se cuentan por centenares, algunos son más vistosos o atractivos que otros. 

Actualmente, en nuestras televisiones, smartphones o tablets disponemos de millones de videos de discursos políticos, de convenciones de autoayuda, o de youtubers famosos... lo que está claro es que con mayor o menor acierto todos ellos hacen uso de herramientas que les permitan persuadir, convencer o agradar a sus seguidores de tal forma que adquiera la notoriedad que precisan para fines totalmente diferentes, es decir la retórica está tan unida a nuestro ADN que ni nos percatamos de su presencia aunque casi en cualquier conversación se manifieste de forma innata. Desde luego, dentro de la retórica hay miles de aspectos diferenciadores pero el uso del lenguaje y su capacidad sobre el receptor, son aspectos analizados y referenciados al detalle por los retóricos griegos y posteriormente romanos.

 

Significado

La retórica es para abreviarlo mucho y sintetizarlo aún más, el arte de hablar bien, a pesar de que esto parezca un aspecto de sentido común lo cierto es que la retórica no se centra exclusivamente en la forma y disposición del lenguaje sino también en sus cualidades, motivaciones, usos e incluso destinatarios. Esto que puede ser muy difícil de entender o al menos enrevesado, lo cierto es que lo hacemos constantemente y en las situaciones más cotidianas, un ejemplo absurdo pero esclarecedor es cuando intentamos persuadir a nuestros hijos de la necesidad de lavarse los dientes, el tono, las justificaciones, los gestos incluso el vocabulario que hacemos servir será muy diferente a lo que intentaríamos hacer en una exposición pública por trabajo. Pongamos otro ejemplo, uno de nuestros amigos nos insta a recitar un escrito para el día de su boda, marrón al canto...y ¿qué hacemos? De entrada utilizamos la formalidad del estilo, un vocabulario algo empalagoso y azucarado y el recurso de la sensibilidad que nos servirá para ganar adeptos por parte de familia, amigos y como no, el de los mismos protagonistas. Por supuesto que esto no es siempre así, pero digamos que es el recurso más ampliamente empleado.

 

Sin duda, la retórica se ha usado siempre, pero no es hasta la esquematización de los griegos cuando sistematizamos un modelo de discurso siendo éste el mayormente aceptado y el más usado incluso en la actualidad (sin haber estudiado ni una línea de retórica clásica) pues lo hacemos por tradición y para la optimización de resultados, vamos por costumbre y porque funciona.

Mientras escribo, me viene a la mente los grandes discursos de exaltación del ánimo de los soldados en el campo de batalla, ahí es donde realmente el general, el estratega, pone el 50% del resultado de su contienda. Hombres asustados, con el sudor recorriendo sus espaldas, esperan la muerte mirándola de frente y de pronto un general, su general, cabalgando sobre su fiel caballo y con porte seguro y digno, alza la mano para silenciar los vítores de los soldados, exclamando con voz grave:

 

" Hermanos, amigos, romanos, no hemos venido a estas húmedas tierras para luchar por un botín de plata ni para saciar la gloria de senadores y aristócratas...(silencio) no desenvainamos nuestro gladius para honrarlo con bárbaras mujeres de tez blanca (risas) ni tan siquiera exhalamos el gélido aire del norte para apagar su furia con las cabezas de nuestros enemigos...(silencio) No, amigos, portamos el escudo y el yelmo que honra a los hombres y al pueblo de Roma, a nuestros antepasados, a nuestros padres, a nuestros hijos... (vítores)(silencio) Poco importa, mis fieles soldados, si hoy yacemos en el lodo o si la espada atraviesa nuestra armadura pues existe algo más grande que la vida de un hombre, algo más importante que su último aliento, algo que no perece con el tiempo pero por lo que vale la pena luchar, ¿no es acaso Roma digna de vuestra valentía? (vítores), ¿no es acaso Roma madre de cuantos aquí formamos? ¿no es acaso su libertad el motivo más noble por el que perecer? ¡Soldados! desenvainad vuestras armas y luchad hasta vuestro último aliento porque hoy es el día que Marte nos acompaña, hoy los dioses nos otorgará el mayor de los honores al que un romano puede aspirar, ¡la victoria en la batalla o la gloria en la eternidad! "

Este párrafo totalmente inventado por mí, no es sino una fórmula que en teoría, debe producir un efecto en el oyente, es más que probable que al leerlo lo hayáis entonado perfectamente, realizando las pausas y alzando la voz cuando procediera y es más que posible que vuestra cabeza haya creado un escenario ficticio para darle más realismo, nutriéndose de imágenes de películas mezcladas con cosechas de cada uno. Ese mecanismo cerebral que se contagia del lenguaje, entonación y orden es el que permite establecer una interactuación entre emisor y oyente y por ende causar un efecto en él, sea cual fuere.

 

Los griegos ciertamente tuvieron la necesidad de crear un protocolo de aprendizaje por un motivo fundamental, el heleno y concretamente el modelo Ateniense tenía un sistema político, judicial y administrativo que requería del discurso público y de la exhibición de argumentos para persuadir a la población. Asimismo, la filosofía, también ampliamente sociabilizada, debía mostrar una argumentación sólida que permitiera captar la atención del oyente, y es precisamente el discurso social el que permitió establecer un modelo que varió muy poco con el devenir de los siglos. De hecho el orígen de la retórica parte de una necesidad, la de la defensa y recuperación de unos terrenos expropiados en Sicilia, en la que sus antiguos dueños debían solicitar la propiedad de la misma tras el derrocamiento de la tiranía, así, Córax de Siracusa, estableció unas normas básicas de exposición segmentadas con la finalidad de persuadir, estableciendo unas bases de discurso simple que fueron mejorando y depurándose a través de los siglos. 

Anaxímenes, Aristóteles o Cicerón y Quintiliano en Roma, entre muchos otros, prosiguieron con el estudio exhaustivo de todas las características que deben formar parte de un discurso hasta llegar a las consideraciones ampliamente aceptadas en la actualidad.

Sin entrar en las especificaciones técnicas, la retórica clásica va adquiriendo formas diferentes según la sociedad a la que deba hacer frente, aunque las estructuras del discurso puedan ser las mismas, los oyentes no y de lo que estamos todos seguros es que un mismo discurso realizado en la Edad Media o en la actualidad nos chocaría culturalmente en cuanto las formas más que en el fondo en sí. Bien, volvamos al título del artículo, ¿es necesaria la retórica hoy?

 

La mala retórica

A nadie le sorprenderá cuando digo que los más crueles tiranos y dictadores históricos han sido los mejores retóricos discursivos. La retórica no consiste en escribir bien, ya que no todo el mundo tiene esas cualidades sino en expresar aquello que está escrito de la forma más eficiente posible, y ahí entran aspectos tan variados como los gestos, las paradas, las entonaciones, el humor o el tono. Los políticos saben del poder del discurso y es por ello que a todos nos viene a la memoria fragmentos de las grandes locuciones de todos los tiempos como "Tengo un sueño" de Martin Luther King, o como John Fitzgerald Kennedy emplazaba a los estadounidenses a trabajar por su país, son matices simbólicos que pueden cambiar el curso de una nación entera. Avancemos más, aquel desconocido Barack Obama, se metió de cabeza y convenció a medio mundo a través de un slogan corto y sencillo pero sobre todo a través de una habilidad innata en los discursos que lo hacían cercano, seguro y confiado.Vayamos más adelante, Donald Trump, es el paradigma de la antiretórica, no dispone de facilidad de palabra, no parece que disponga de recursos lingüísticos pero el discurso duro, voraz y seguro en sus mítines permitió que el empresario se alzara con la victoria en estados a priori contrarios a sus corrientes políticas. Realmente, la oratoria es tan extremadamente poderosa que si analizamos en profundidad la historia contemplaremos que es muy a menudo, a través del discurso, cuando el mundo ha decidido su destino.

No nos engañemos, la retórica es una técnica que se aprende y a pesar de que haya gente con una cualidad innata, cualquiera con interés y tiempo puede perfeccionarla. Desgraciadamente, ni el mejor de los políticos actuales sabe hablar, ni posee el carisma para convencer ni las herramientas para persuadir. Es penoso escuchar a nuestros representantes balbucear con dificultad un discurso leído letra por letra, sin ser conscientes de la visibilidad de aquello que dicen y como lo dicen, sin la intención de perfeccionar una técnica a su alcance y que genere confianza. La retórica no sólo es necesaria, debería ser obligatoria, con ella abarcaríamos campos tan importantes como el lenguaje, el pensamiento, la autoexigencia y la voluntad, no obstante los planes educativos nunca han tenido a bien dedicarle un tiempo, pues con ello se aseguran ciudadanos bajo control.

Youtube, Instagram, Twitter o Facebook, permiten que cualquiera se convierta en emisor de información, quizás dolería menos a la vista el comprobar que todos ponemos cierto interés en las formas y las reglas para volver a soñar con los discursos atemporales de aquellos que sí sabían que el poder de la palabra es mayor que el de la espada.

 

Mireia Gallego

Junio 2017

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