Matrimonio

Imagen John Godward creative commons

 

Introducción

Supongo que si ahora os preguntara de dónde procede nuestro ritual ceremonial del matrimonio muchos responderíais que posiblemente de la evolución de esas primeras comunidades cristianas. Es lógico por otra parte que se recurra al aspecto religioso puesto que culturalmente lo hemos dado por hecho sin cuestionárnoslo. Porqué colocamos un anillo, cuándo y dónde se tira arroz o los votos que se realizan previos a la firma de los testigos, no es algo que nos planteemos, únicamente hemos grabado a fuego una tradición sin más, como la Navidad o la verbena de San Juan. Es así porque simplemente siempre lo ha sido desde que tenemos memoria. Pero, queridos lectores ya sabéis que yo no me conformo con esa explicación y en mi delirio de niño pequeño que reitera una vez tras otra la pregunta "¿Y por qué?"  hasta hastiar a sus padres procedo a explicaros algunos aspectos que igual os sorprenden u os resultan más familiares.
 

El Contrato

A pesar de que algunas uniones romanas fueron por amor, seamos sinceros muchas otras fueron un contrato comercial que satisfacía al pater familias de ambos cónyuges. No nos vamos a rasgar las vestiduras porque hasta no hace tanto tiempo también se hacía en nuestro país, el padre decidía dar la mano de la hija o no, un trámite de obligado cumplimiento. El caso es que en esta sociedad romana en la que primaba más la idoneidad que los sentimientos, estas uniones se convertían en meras transacciones económicas y sociales. A más rango social mayor será la responsabilidad de establecer matrimonios de conveniencia y su proyección exterior será más importante, siendo casi una declaración de intenciones. Los matrimonios de las élites llegaron a ser tan esenciales para el estado que el divorcio de los miembros o la unión podían romper triunviratos políticos o casi declarar una guerra.

Ahora que ya sabemos las motivaciones veamos otras características.

El matrimonio romano se establecía como un acuerdo entre dos familias que en algunas ocasiones estaba consensuado desde hacía años. La epigrafía romana nos muestran que entre los 7 y los 12 años normalmente una niña (puella) era prometida al que sería su dómine, ésta no tenía ninguna capacidad decisoria sobre su futuro que quedaba únicamente en manos de su padre, tutor o representante legal. Normalmente se conocían de vista por haber coincidido fortuitamente, por lazos de relación familiar o bien durante la celebración de la propia "sponsalia". Los padres previamente habían acordado una dote y establecido una fecha aproximada que no solía superar los dos años. Las sponsalias en realidad servían para hacer público el enlace a través de una ceremonia íntima en la que el novio colocaba un anillo de prometida a la novia en su dedo anular y que de alguna forma consolidaba el compromiso, ya que si después uno renunciaba era sometido a una reprimenda pública y a una penalización económica.

 

 

A partir de ese momento era de vital importancia el decoro, la integridad y el respeto que la joven debía mostrar con la que después sería su familia, pues de lo que ella hacía también dependía la imagen pública del prometido. La virginidad, la castidad y la contención son requisitos indispensables para estas uniones infantiles, pensad que en ocasiones les separaban decenas de años y hombres que vestían canas se unían a niñas de 13 años.

 

¿Cómo se celebraba una boda?

 

Los miembros de la aristocracia romana eran los que hacían de su enlace un compromiso más social, de ahí la cantidad de invitados en los banquetes, no obstante en las familias menos pudientes no necesariamente se hacía obligatoria la celebración pues no representaban más que la unión de dos personas con carácter íntimo. 

En términos legales existían tres uniones en derecho: La Confarreatio, exclusiva para las élites romanas, la Coemptio más común y la Usus, esta última en realidad sería algo parecido a nuestras uniones como parejas de hecho ya que si alegabas un año de convivencia con tu pareja quedaba contemplada como unión legal. Lo que es necesario saber es que los matrimonios están reservados sólo para ciudadanos libres.

A pesar de que como en la actualidad difieren unas de otras según el estatus y las posibilidades económicas de los cónyuges, nos centraremos en una tipo que nos sirva para hacernos una idea.

El día antes a la ceremonia era obligado que la novia realizara una serie de ritos en los que se representarían el cambio de estatus, los romanos eran extremadamente supersticiosos por lo que nadie cuestionaba las tradiciones. Así pues la pequeña, ante los dioses Lares y junto a su familia, entregaba su túnica infantil, sus juguetes y su lúnula que había garantizado su protección hasta ese momento como ofrendas, recogía su pelo con una redecilla, se colocaba una parca túnica ribeteada y se disponía a dormir, si es que los nervios se lo permitían.  

A diferencia de la actualidad la novia incluso el día de la ceremonia, debía vestirse austeramente de acuerdo con lo que estipulaba la tradición: una túnica casi sin forma y totalmente blanca cubría su cuerpo, atado llevaba un cinturón de doble nudo que vendría a ser un símbolo de Hércules en clara referencia al deseo de ser fértil y garantizar una amplia descendencia. Sobre esta túnica se colocaba un manto sobrepuesto de color azafrán o naranja. 

El ritual sobre el peinado era también importante, nada se rige por la estética sino por la simbología que garantizaría la dicha o la suerte del futuro matrimonio. La madre o la familiar más cercana si ésta había fallecido, se encargaba de vestir pero sobre todo de peinar a la novia. Para ello a parte de los peines se usaba la hasta caelibaris, esta herramienta con forma de pequeña flecha separaba el cabello en seis mechones que se trenzaban intercalando cintas sobre su cabeza, las trenzas se rodeaban por encima de la frente. Esta costumbre tiene como finalidad emular el peinado de las vestales que representarían la pureza y la virginidad. Una vez peinada y colocado el manto cubriendo su cabeza, se colocaba una corona, en principio este adorno estaba confeccionado con elementos naturales, hasta la república eran de hojas de mejorana pero posteriormente también fueron de naranjo o incluso adornos metálicos.

La celebración en la casa de la novia reunía a todos los invitados, en ella un auspice sacrificaba un cerdo, un ternero o un buey a los dioses para garantizar una unión próspera y feliz. La pronuba, mujer casada que asesoraba a la novia en el ideal del matrimonio era la encargada de unir las manos de ambos cónyuges y dar oficialidad al acto que se consolidaba con la presencia de varios testigos.

 

A pesar que hay dudas en cuándo se recitaban estas palabras es posible que fuera a partir de este momento cuando los novios pronunciaran el: "UBI TU, (nombre cónyuge), EGO (nombre cónyuge)", que es similar a nuestro "Te tomo a ti......, yo ......". A continuación hacían un convite hasta altas horas dando paso a lo que sería una tradición muy antigua llamada deductio uxoris in domum mariti, en este momento los novios salían del banquete para dirigirse a la casa común propiedad del marido seguidos de una comitiva de amigos que cantaban por las calles canciones picantes y divertidas. La comitiva era precedida por un niño portador de una antorcha que iluminaba el camino y de otros pequeños que cogían las manos de la novia portando a su vez elementos que simbolizaban su nueva vida dedicada a los quehaceres domésticos, normalmente era un huso.

Durante el camino se lanzaban nueces que al rebotar sobre la piedra del asfaltado producían un gran estruendo (de aquí deriva nuestra tradición de tirar arroz) haciendo que vecinos y viandantes se unieran y felicitaran a la nueva pareja. Este acto simboliza el deseo de prosperidad en el matrimonio. 

Al llegar a la puerta de la casa, los cónyuges hacían un ritual de purificación de la entrada con aceite y grasa impregnada. Tras ello, los testigos o el propio esposo alzaban a la novia y le hacían traspasar el umbral de la que sería su nuevo hogar. La pronuba acompañaba a la novia hasta el cuarto y una vez allí la pareja se quedaba sola. 

Era en ese momento cuando el novio desanudaba el cinto de Hércules. En la antigua Grecia a las mujeres se les colocaba igualmente un cordón alrededor de la cintura, cuando ésta quedaba en estado y la cinta no daba más de sí se cortaba, de esta tradición deriva nuestra etimología de estar "encinta".

Como habéis podido observar las tradiciones de nuestro pasado romano fueron adaptándose en la era cristiana. A pesar de que disponía de rituales propios del Este, no dejaba de ser una religión nueva y debió servirse de lo que le precedía para adaptarlo a la nueva situación, Los testigos, el anillo en el anular, el lanzamiento de nueces, el rito de coger en brazos a la novia para traspasar el umbral...no dejan de ser claras referencias a una tradición que costó eliminar y que acabó atribuyéndose erróneamente al cristianismo.

 

 

Imagen John Godward creative commons

 

¿Qué opinas del artículo?

No se encontraron comentarios.

Nuevo comentario

 

 

Miembro de: