Sobre la importancia del agua

 

Introducción

Si hay una civilización que llevó el control del agua hasta su máximo exponente estético, sin duda es la árabe. El uso de este elemento en fuentes ornamentales, estanques y baños privados proporcionó a emires, califas y concubinas un lugar de esparcimiento y relajación relacionada íntimamente con el entorno, ya que el agua entraba en simbiótica belleza con el arte arabesco y con una cuidada elección de otros elementos naturales, estableciendo así un equilibrio dificilmente comparable.

 


Real Alcázar de Sevilla

 

No obstante, si bien los árabes fueron los grandes alquimistas en dar forma al agua y a integrarla en un escenario de belleza, los romanos fueron los grandes ingenieros en esta materia. El sentido práctico romano inspiró las ciclópeas estructuras que darían respuesta a las necesidades de las provincias del imperio. Estas tienen que ver con una necesidad biológica, de salubridad y de practicidad, pero en contra de lo que pudiera parecer no estaban limitadas a la urbe de Roma sino que fue una metodología utilizada e instaurada en todas las ciudades, hecho que, de alguna forma, permitía una mayor integración a las costumbres romanas.

El agua entendida para el disfrute fue el gran avance romano, cubierta la necesidad de agua para el aseo o la alimentación a través de la canalización de los acueductos, sólo les quedaba usar el preciado elemento para el ocio, de esta forma podemos entender la fijación por la construcción de termas, fuentes ornamentales, jardines, o canalizaciones de agua corriente para villas y mansiones.

 

En las termas

 

Las termas son zonas entendidas como de culto al cuerpo y a la mente, eran de uso público y al alcance de cualquier ciudadano fuera de la condición que fuera, nunca fueron entendidas como centros exclusivos para una minoría, ya que éstos podían poseer en sus propias villas zonas termales sin necesidad de acudir a uno público. El coste de entrada a estos espacios eran muy reducidos y en ocasiones, durante ciertas festividades, gratuítos. Aunque existían gimnasios, zonas de masaje, zonas de lectura y de relajación, lo cierto es que el gran elemento que sintetizaba la sensación de bienestar era el agua, en cualquiera de sus estados y mediante cualquier forma, es decir, no sólo existían las piscinas de aguas frías, templadas o calientes, sino fuentes, jardines, y cascadas emulando las naturales que permitía al usuario disfrutar de los sentidos. 

Puede apreciarse la importancia de este servicio, en tanto que la mayoría de las termas fueron construídas por los emperadores para el disfrute del pueblo romano, otorgándoles su propio nombre para dejar constancia de su generosidad "Termas de Caracalla" "Termas de Diocleciano" etc... Todos ellos entendieron que el preciado regalo les otorgaba las simpatías de la plebe y contribuía en cierta manera al buen mantenimiento de las relaciones entre el padre de la patria y sus ciudadanos, y ciertamente no carecían de razón.

 

 
 

Los recursos destinados para su construcción podríamos decir que eran colosales, entre otras cosas porque los materiales utilizados, como el mármol o el granito, o los artesanos reunidos para su embellecimiento interior requerían de un amplio presupuesto desbordado en la parte final de su ejecución. Pompeya nos ofrece una información adicional sobre la estética utilizada: esculturas, relieves, mosaicos y frescos dan una imagen global sobre la relevancia, el uso y la repercusión que los baños supusieron para los ciudadanos romanos.

En la ciudad de Roma se contaron decenas de edificios termales públicos de grandes dimensiones, cada uno de ellos representa una joya arquitectónica que emulaba o intentaba mejorar las de sus predecesores para gloria de su nombre, de esa manera se han preservado restos de estructuras, mosaicos y elementos decorativos que clarifican de forma reveladora el modus vivendi de la urbe y que de alguna forma describen sin palabras lo que significaron para Roma.

 
 

Muchas de las localizaciones de las termas en el imperio responden a las propiedades atribuídas a sus aguas, a día de hoy cientos de los llamados Spa (Salute per aqua), siguen ubicándose donde originariamente existía una terma, restaurando así una modalidad de ocio y culto al cuerpo que durante un tiempo se había ignorado y llegando a respetar el aspecto original del romano para si cabe, poder gozar de las sensaciones que hace 20 siglos disfrutó el pueblo de Roma. 

 

 
 

El agua en las villas

 

 

Los romanos sin duda pusieron los cimientos heredados por los griegos, en cuanto a ornamentación y construcción de los jardines de villas y mansiones privadas, estilo que posteriormente sería usado en los grandes jardines palaciegos de toda Europa. El sistema era integrador, es decir, formaba parte de la propia estructura de la vivienda, pues desde un peristilo central se distribuían todas las estancias de la villa, dando luz y calor a las zonas comunes. Estos pequeños oasis domésticos estaban diseñados para proporcionar a los dómines un espacio de relajación, de contemplación y de exaltación sensorial, decorados al detalle, dotaban a sus habitantes de un ambiente fresco en los días más calurosos. Las fuentes formaban parte fundamental del entorno, pues el chasquido del agua junto con una exquisita decoración natural, proporcionaba una agradable sensación de bienestar.

 

 

De forma generalmente cuadriculada, y porticada a su alrededor, permitía ubicar cenadores bajo la protección de sus tejados y pérgolas para permitir el descanso o para ubicar lugares de reunión y esparcimiento. Al igual que podemos ver en los claustros de los Monasterios, en aquellos espacios que lo permitieran por su amplitud, se podía pasear en el espacio comprendido entre las columnas y las paredes de la villa, pasando posteriormente por los pequeños caminos que de forma intencionada se habían construído en el jardín. Estas zonas centrales estaban engalanadas con estatuas de diferentes motivos, según el gusto, la preferencia y la relevancia del propietario, y se contrataban los servicios de jardineros experimentados a sueldo para su mantenimiento. Uno de los aspectos menos conocidos de la jardinería romana era el gusto por hacer formas en los setos (Jardin topiario), llegando a ser un concepto artístico muy valorado dependiendo de la habilidad, en algunos casos excepcional, del jardinero. En realidad la etimología de la palabra topiario, es latina y hace referencia al arte del Hortelano, entendiendo que es una disciplina diferente al de aquél que se encarga de su mantenimiento, ya que originariamente estos jardines disponían de un apartado dedicado al cultivo propio de verduras de temporada. El topiario es un artista, valorado por su imaginario y por sus cualidades en la poda y con ellos el salto en la calidad de los jardines privados y públicos creció exponencialmente.

 
 
 

El jardín debía ser único y exclusivo, indiferente a sus cualidades prácticas, debía causar admiración al visitante. Las formas geométricas, los estanques, junto con un cuidadoso diseño de las canalizaciones de agua, dieron paso a lo que actualmente podemos admirar en muchos parques y jardines de nuestras ciudades. No obstante y aunque las canalizaciones romanas son sobradamente conocidas, en el caso de las villas estaban más limitadas, por lo que se hacía necesario el almacenamiento de aguas pluviales para su uso doméstico. El impluvium, era una piscina recolectora de aguas procedentes de la lluvia que su ubicaban en los atrios de las casas, antes de salir a la zona del peristilo. 

Parcialmente abierta la zona del techo y por la pendiente descendiente del tejado hacía caer el agua a su interior, quedando almacenada y permitiendo su utilización posterior. A pesar de ser de una gran practicidad, se adivina cierta belleza, pues imaginar un lucernario natural sobre esa piscina mientras las gotas de lluvia caen sobre su superficie debió ser un espectáculo relajante de la misma forma que ahora lo es, contemplar la lluvia frente a nuestras ventanas.

Reproducción actual en USA de la Villa de los Papiros de Herculano

 

Fuentes de uso público

 
 
 
 

La practicidad sigue siendo el plato fuerte del imperio romano, Pompeya nos ha regalado una imagen perfecta de la ubicación, forma y sentido de las fuentes públicas y permite colocarlas en un conjunto arquitectónico. De formas preferiblementes cuadriculadas, se ubicaban en la vía, no tanto en las aceras de paso, y se decoraban con figuras talladas de hombres, animales o máscaras, colocando estratégicamente la apertura en la zona de la boca. 

Se recortaba en un extremo de la misma un pequeño segmento de la roca o la piedra para poder recoger con diferentes recipientes las aguas que quedaban almacenadas abajo, aunque lo preferible era colocar las vasijas bajo el chorro directo. El hecho que se localicen en la calzada es debido a que en Pompeya no existió sistema de alcantarillado y por lo tanto el agua del desagüe de las propias fuentes permitía el saneamiento de las aguas estancadas y malolientes que discurrían por sus calles, motivo que también explica las piedras alzadas que a modo de paso de peatones cruzan de lado a lado las aceras.

 

 

El agua en los palacios imperiales

 
 
Villa Adriana
 

Viene siendo lógico que a mayor presupuesto mayor ostentación de riqueza, en el caso de los palacios imperiales y las villas de recreo, los padres de la patria no escatimaron en lujo y excentricidad. En una época en que el emperador era el primer hombre del mundo conocido, se debía ubicar en un espacio que fuera digno de su estatus. El único problema es que algunos de ellos lejos de conformarse con una leve ampliación del palacio imperial del precedente, se dedicaron a contruirse auténticos complejos de decenas de hectáreas. 

Sólo debemos echar un vistazo a la imagen aérea de la zona aqueológica de la Villa Adriana en Tivoli para darnos cuenta de lo que estamos hablando.

 

 

Pero sobre el tema que tratamos hay que hacer especial hincapié en la importancia del agua en los edificios palaciegos imperiales. La villa Adriana refleja con una certeza absoluta el carácter lúdico, contemplativo y exquisito de lo que paisajísticamente representaba, los estanques estaban presentes en casi todas sus variantes y pequeños puentes flotantes daban paso a zonas de relax ubicadas en el centro mismo, casi como si de estructuras flotantes se tratara, que permitían un aislamiento de las miradas de extraños y proporcionando al emperador un lugar de relajación y meditación. 

 
Domus Augustiana
 

Las domus localizadas en la zona del Palatino constituyen una fuente inagotable de información, los ninfeos (lugares habitados por las Ninfas), las fuentes dispuestas con formas geométricas o las piscinas de disfrute personal ofrecen un centro neurálgico de donde parten las demás estancias. El máximo exponente estético lo lleva a cabo Nerón en su "domus aurea", donde ordena la construcción de un lago navegable contemplable desde las estancias principales de palacio. 

 

 
Domus Flavia
Ninfeo
 

 

 

Conducción y reserva del Agua

Aunque hemos hablado del resultado final del agua, sea para uso privado o público, lo cierto es que la gran precursora de los logros romanos es sin duda la construcción de los acueductos para el transporte hídrico. El sistema permitía sortear los obstáculos orográficos y portar el agua desde manantiales ubicados a cierta distancia del nucleo urbano. Los constructores de los acueductos eran auténticos especialistas traídos desde cualquier punto del imperio, excepcionalmente considerados a día de hoy por su labor como ingenieros civiles y por la elaboración de un plan constructivo tan complejo con unos medios tan excasos.

 

No obstante, paralelamente a este logro, hay otros que no son tan evidentes pero son, si cabe, igual de importantes: la reservas hídricas. 

Los acueductos llevaban el agua hasta las zonas urbanas pero el caudal de agua recogido debía ser depurado, almacenado y canalizado, para garantizar la correcta salubridad. Para ello idearon un sistema de tanques y reservas de agua donde a través de un sistema de filtros retiraban las impurezas para posteriormente almacenarla en cisternas (Piscina Limaria) o depósitos. Tras este proceso, el agua pasaba a la zona de Castellum Aquae, lugar con diferentes canalizaciones en su perímetro que permitía portarla a las diferentes zonas de la ciudad. 

 

Pozo Via Ostia antica
 
Pozo El Perelló Tarragona
 
Cisterna Puteoli

 

Las tuberías estaban confeccionadas en piedra plomo o cerámica, dependiendo del lugar y de las posibilidades económicas de la zona, algunas de ellas se conservan en la actualidad. Podríamos decir que muchas de las mejores obras de ingeniería romana no se ven, siendo las reservadas al curso de aguas limpias o fecales las más relevantes.

 

 

Orientación al agua

 

Al igual que sus vecinos helenos, los romanos sintieron una fascinación por el agua entendida como elemento estético. Los anfiteatros y teatros fueron ubicados en zonas cercanas al mar no sólo por su acústica sino por la posibilidad de contemplarlo como escenario natural. De la misma forma que hallamos en el rumor de las olas cierto regusto relajante y placentero, los romanos lo asimilaron como parte intrínseca de su imperio. El control del elemento, su embellecimiento y su uso práctico llevó a sus hombres a los más altos niveles de la ingeniería y estética hídrica.

 
Mireia Gallego
Marzo 2015
 

 

 

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