Sobre auspices, sibilas y profecías

 

Autor Salvator Rosa Creative Commons
 

Introducción

Cuando uno intenta analizar la historia de forma objetiva, le asaltan alarmas y dudas por todos lados. Cada aspecto histórico dependerá de las fuentes consultadas, de los yacimientos localizados que pueden ofrecernos algunas pistas o de la fidelidad de los historiadores que hacen referencia a un tema en concreto, pero aún asi, aun consultando, leyendo e intentando estar lo menos contaminado posible, siempre dispondremos de una información parcial y subjetiva que dependerá en gran medida de los gustos, fobias, educación, formación o inclinación de quién lo analiza. 

Eso ocurre con la mayoría de aspectos que conocemos de la época clásica, desde la política hasta lo cotidiano, de las grandes hazañas bélicas a los comportamientos humanos, pero en el caso que nos ocupa aún se acrecienta más la sensación que en realidad no sabemos casi nada de esa creencia y uso de lo místico, ya que para dar un carácter más poderoso a lo extraterrenal se debe hacer uso de mitos y rituales ancestrales ya desvirtuados por el propio tiempo. Así pues, con todas estas dificultades intentaré explicar a grandes rasgos como se constituye y mantiene una sociedad bajo los influjos divinos o con la sombra de una profecía adversa.

 

Dioses y hombres

©Trustees of the British Museum
 

Los Dioses del Panteón romano al igual que el de las civilizaciones precristianas, disponían de sus propios mitos y cultos que acercaban de forma mística al hombre con sus Dioses dependiendo de las características o particularidades de su personalidad, es decir, una fiesta consagrada a Baco rendía culto al aspecto desinhibido, sexual sucumbiendo a los placeres más básicos del hombre. Ese libertinaje fue contemplado como peligroso por los emperadores que veían en estos grupos de reunión, excusas para conspiraciones políticas, aun así, como decimos cada dios permitía variar los modelos de festividad, si Baco era el que permitía una explosión de libertad donde todo estaba permitido, la festividad de la Bona Dea era sólo apta para mujeres, que celosamente se encomendaban a las gracias de la Diosa Madre protectora de la maternidad y de los aspectos exclusivamente femeninos. Esta clase de fiestas privadas eran tremendamente herméticas y han quedado pocas referencias en relación a sus rituales, o eso o existe una distorsión o manipulación histórica en la que en ocasiones se les ha tachado injustamente de desinhibidas y hasta pornográficas.

Los dioses paganos eran representaciones antropomórficas de aspectos de la personalidad o de conceptos universales, la belleza, la ira, el poder, el sexo, la guerra, la venganza, la justicia. Pero estos mismos, habían convivido con el hombre de tal forma que interactuaban con ellos, de forma que los presagios, los augurios o los oráculos se convirtieron en la vía de conexión entre ambos mundos.

Auspicios y augurios

©Trustees of the British Museum
 

Las fuentes clásicas están repletas de estos episodios, la propia localización de la ciudad  de Roma se inicia bajo los designios del vuelo de las aves, hecho utilizado posteriormente por el propio Rómulo y por los reyes que le sucedieron para modificar o variar aspectos políticos o religiosos a su placer, ya que muchos de ellos ostentaban el cargo que les procuraba la interpretación de los vuelos, cantos o comportamientos de las aves, de ahí la etimología de Auspicio. Esta manipulación o creencia férrea en que los animales eran los enviados de los Dioses o simplemente las herramientas de comunicación se extendió a lo largo de los siglos, ampliándose el aspecto de buen o mal auspicio según la disposición de las tripas de los animales, de la forma que adquiría el sangrado o incluso de los sonidos que éste emitía en su agonía al ser sacrificado. Este arma de doble filo permitía que el auspice o augur dispusiera de gran responsabilidad y poder al inclinar la balanza de la política hacia una dirección u otra, esta es la razón por la que algunos representantes políticos ostentaran también un poder religioso, justificando determinadas actuaciones o decisiones por los supuestos designios de los Dioses. Este hecho se dio especialmente en la Roma primigenia, cuando era preciso dotar a los regentes de la aprobación divina que precisaban para controlar a las masas y para justificar una serie de medidas que en algunos casos se establecían más por motivos personales que por el bien colectivo. Tal fue su relevancia que las leyes prohibían explícitamente la aceptación o elección de magistrados sin que antes hubiera estado avalada por un buen augurio, con ello las suspicacias hacia una posible manipulación a través del soborno quedaba patente pero sin forma de ser cuestionado.

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El augur no sólo trataba cuestiones de índole política, sus decisiones afectaban a muchos ámbitos de la vida social y privada, como el matrimonio, determinadas operaciones comerciales y empresariales o incluso el futuro de un nuevo miembro familiar. 

Durante la república, los augures y colegios sacerdotales se correspondían más con un cargo público que con una profesión al uso, aunque eso no menguaría su poder ni su influencia social, los cargos místicos de interpretación de los auspicios o de los augurios continuarían formando parte indisoluble de una sociedad temerosa de los Dioses y extremadamente supersticiosa, las guerras, la política o las decisiones importantes seguían quedando supeditadas a su interpretación.

Durante el imperio, la figura del emperador ostentaba no sólo el poder político sino el religioso, ello debía servir para que las decisiones del emperador no quedaran supeditadas a una decisión contraria de un tercero que hicera dudar a las masas de una determinada actuación imperial, a pesar que existían otros augures o sacerdotes satélites, el emperador era el representante religioso más importante y por ende el único que podía interpretar los signos de los Dioses. 

Ritual de los auspices y augures

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Se tiene constancia de cómo se celebraban estos rituales a través de las fuentes clásicas, parece ser que el auspice fijaba la mirada a oriente dividiendo una parte del cielo simbólicamente con su bastón en cuatro partes, tras una serie de sacrificios animales, se sentaba y alzando la mirada contemplaba el movimiento de los pájaros, su sonido o la disposición del vuelo en las zonas marcadas imaginariamente, según esa localización el auspice emitía el resultado de buen o mal augurio que debía ser confirmado a través de otros símbolos que se dieran en el transcurso del día o de la misma noche, como el paso de gatos, el sonido de búhos o lechuzas, o la forma adoptada por el fuego o el chispeo del mismo....

Hubieron muchos sistemas de interpretación de augurios, no sólo el vuelo de los pájaros o la lectura de las entrañas de los animales eran símbolos de mensajes divinos, si atendemos al hecho que habían augures para cualquier ámbito social o económico entenderemos que solicitar el beneplácito divino para adentrarse en el mar en el caso de los marineros, significaba que el augur usara los elementos marítimos como fuente de inspiración.

Aun así existía todo un entramado de personajes y liturgias alrededor de la ceremonia, que incluía a los vendedor de aves llamados Pulianos dedicados al mantenimiento, alimentación y comercialización de aves de sacrificio, y una red paralela dedicada a la venta de elementos de rituales para sacrificios o libaciones, como vasijas, recipientes para aceites y esencias, lamparillas, etc...

En el caso de la interpretación visceral de animales de sacrificio, la respuesta no sólo se obtenía de la lectura de las entrañas del animal sino de una serie de interpretaciones que incluían desde la disposición del animal hacia el lugar de sacrificio (si se resistía o no), si emitía gemido, si la sangre discurría de determinada forma, el color y salubridad de sus órganos y vísceras, la forma en que prendía su cuerpo en llamas (un fuego piramidal y una rápida combustión era buen augurio), o el nivel de calcinación del cuerpo y el tiempo transcurrido. Con todo ello, el augur podía interpretar de forma genérica en positivo o negativo.

Interpretaciones peligrosas

A pesar de que los augures podían ser fácilmente inclinados a favorecer determinados intereses, lo cierto es que también estaban expuestos a las iras de aquéllos que no obtenían una lectura favorable a sus expectativas, aunque protegidos por la ley de los hombres y los Dioses eran tachados de incultos, corruptos, y repudiados en determinados ámbitos sobre todo los más ilustres y cultos de Roma. 

Un mal augurio en época imperial podía significar una condena segura, bastaba sólo con ser acusado de haber sido sobornado por los enemigos de Roma o con tachar al augur de conspirar contra él. Es decir, una profesión que poseía beneficios y múltiples inconvenientes según la época.

Sibilas, pitonisas y Oráculos

 
 

Sibila de Cumas
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Las mujeres dispusieron de una gran relevancia en el mundo del esoterismo y el misticismo grecorromano. En el mundo clásico existieron pitonisas de fama mundial que lograron forjar la historia en mayúsculas con sus predicciones. El oráculo más importante sin duda el de Delfos, permitió que reyes, emperadores, pobres o ricos pudieran consultar a la pitonisa con la esperanza de interpretar la predicción de forma correcta.

La etimología de pitonisa viene dada por el nombre de la serpiente, llamada Pitón, que protegía el antiguo oráculo y que fue derrotada por Apolo, motivo por el cuál adoptaron su nombre y consagraron su vida al contacto directo con este Dios. Aun así los orígenes de estas adivinas de Apolo, son difusos y difícilmente contrastables desde el punto de vista histórico, ya que están envueltas de un halo místico que afianza su carácter de escogidas. Se cree que la primera fue Herófila, una joven de la zona del Tróade hija de la relación de una ninfa y un humano, que profetizó la caída de Troya e incluso facilitó el nombre de quién iniciaría la disputa, Helena.  

Otras fuentes clásicas nos ofrecen la versión de la etimología de Sibila, que nos hacen referencia al nombre de la primera pitonisa del oráculo de Delfos y que debido a su fama pasaría a designar a todas las que le sucedieron en el cargo. En cualquier caso tanto las pitonisas como las sibilas eran las mujeres que en un estado de trance eran capaces de comunicarse con Apolo y anunciar sus mensajes primero en hexámetros (tipo de poema griego, con una sonoridad y ritmo determinado) y posteriormente en prosa.

A diferencia de los augures o los auspices, que interpretaban los signos, las sibilas o pitonisas eran médiums es decir establecían un contacto directo con la divinidad en cuestión y por tanto no dejaban duda a la interpretación pues sus palabras eran pronunciadas por el mismo Apolo, otra cosa muy diferente es la ambigüedad con la que esas palabras podían ser entendidas, pongamos un ejemplo, a la pregunta ¿Ganaremos esta batalla?, la sibila podía responder "Un gran imperio sucumbirá", el truco estaba en realizar una pregunta concreta o directa y en la habilidad de la pitonisa o de sus sacerdotes en la escritura de la sentencia de Apolo. 

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Selección de la sibila

En origen se conocían o se hacían referencia a muy pocas sibilas o pitonisas, que se habrían ganado el derecho por sus dotes innatas adivinatorias, pero con el devenir de los siglos y ante la necesidad de atender a los miles de fieles que consultaban los oráculos, se incluyeron nuevas féminas seleccionadas entre cualquier segmento social pero que tuvieran un pasado intachable y de devoción al culto a los Dioses. Su virginidad y un carácter moldeable e inocente la harían merecedora de tal honor, pasando a engrosar las filas de las elegidas por Apolo. 

Pero, la gran pregunta es, ¿Cómo se las iniciaba y cómo fueron capaces de emitir las sentencias? Los sacerdotes las iniciaban en el culto secreto y místico de Apolo, para posteriormente dejar que ellas entraran en su propio estado de trance, era un proceso relativamente sencillo. Estas mujeres acostumbraban a morar cuevas y lugares donde el agua estaba presente, el ambiente creado a su alrededor ya invitaba tanto al visitante como a la sibila a entrar en un estado de alteración sensorial. Tras el pago de una cantidad monetaria o en especies, el peticionario se adentraba en la cueva o en la sala de la pitonisa, ésta situada sobre una especie de trípode, rodeada por inciensos y esencias aromáticas, masticaba hojas de laurel entrando en un profundo trance, emitiendo gemidos y balbuceando frases que a veces daban la impresión de inconexas e incomprensibles. Los sacerdotes interpretaban esas palabras y las escribían para que el peticionario pudiera consultarlas cuando quisiera.

Contrariamente a lo que muchos piensan, en muchas ocasiones la sibila trataba directamente con las personas que solicitaban sus predicciones y no estaba recluida en un espacio anexo, quedando a la vista del visitante durante todo el proceso y pudiendo formular la pregunta de forma directa.

Mucho se ha hablado sobre la posibilidad de que las pitonisas fueran colocadas sobre grietas de donde emanaban vapores y gases tóxicos, es cierto que esta teoría daría respuesta al estado de éxtasis adoptado por la joven, pero no es cierto que en todas las localizaciones existan tales grietas.

La sibila de Cumas

 
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La Sibila de Cumas recibe su nombre del lugar donde vivía (Italia) pero no de donde era originaria, eso pasa con frecuencia ya que las Sibilas adoptan el nombre del lugar donde ejercen. Es más que posible que su procedencia fuera Eritras, costa de Turquía, pero su conversión y extensa vida está repleta de mitos y leyendas que dificultan separar lo histórico de lo añadido con posterioridad.

Fue de entre todas la más respetada entre los latinos y cuenta la leyenda que la más longeva pues Apolo le concedió el deseo que la Sibila solicitó, cumplir tantos años como granos de arena tenía en sus manos. No obstante, la sibila no solicitó mantenerse joven por lo que fue consumiéndose poco a poco durante casi 1000 años. Este mito relacionado con ella escenifica perfectamente el peligro de aquello que ansias y de la dualidad de las predicciones y favores de los dioses. Forma parte relevante e intrínseca de la historia de Roma, pues es ella la que acompaña a Eneas por el Hades (infierno) para su encuentro con su padre Anquises, pero también es la autora de los 3 libros sagrados que se custodiaron durante siglos en Roma y donde al más puro estilo de Nostradamus, especificaba una serie de profecías que los ilustrados consultaban en determinadas ocasiones. 

La leyenda cuenta que se presentó ante el último rey de Roma Tarquinio el Soberbio, con 9 libros proféticos, la Sibila puso un alto precio por los nueve tomos, motivo por el cual el rey se negó en redondo a adquirirlos, la Sibila cogió tres de ellos y los quemó. Quedando seis mantuvo el mismo precio, el rey de nuevo se negó de nuevo pensando que la sibila rebajaría su precio, pero sin dudarlo quemó otros tres. Tarquinio temiendo perder los últimos tres libros, pagó el precio solicitado por la sibila por los nueve, custodiándose con mucho celo en el Templo de Júpiter. 

Pasados los siglos y ya en el s.I a.C los libros se perdieron durante un incendio, aunque posteriormente se realizó una recopilación que formó parte del imperio hasta el sV, finalmente fueron destruidos por su carácter pagano por las tropas del gran general arriano Estilicón. Muy poco o casi nada se conocen de estas profecías sibilinas, realmente suponen un excitante enigma que suscitan todas las incógnitas posibles, lo que sí se sabe es que hasta en época de Augusto fueron fuentes consultadas con cierta asiduidad e interpretadas por sus custodios.

Profecías

Debido a ese componente místico más que religioso de los romanos, no es de extrañar que los grandes acontecimientos estuvieran envueltos en leyendas que auguraban o hacían presagiar un buen o fatal destino. Los símbolos, los mensajes oníricos, las profecías, formaban parte de sus vidas tanto como las termas o las luchas de gladiadores. Todos los estamentos de su organizada sociedad sucumbían a los sacrificios, a los designios augurales o a los comportamientos animales que pudieran ofrecer información sobre un devenir incierto. 

Este hecho fue muy común durante las grandes batallas, donde en un impás decisivo de la guerra el vuelo de los pájaros o la caída de un rayo, significaba un empuje añadido a las tropas en su voluntad de victoria o al contario una retirada temporal ante el mal presagio. 

Plutarco nos relata como un vidente antes de los idus de Marzo (15/03/44 a.C), avisa a César de un mal augurio para él durante ese día, César ignorando sus predicciones se dirige al Senado encontrándose por el camino de nuevo con el vidente, con una media sonrisa le impera "Los idus de Marzo ya han llegado" a lo que el vidente responde " En efecto, pero aún no han acabado". Tras ello, Julio César muere asesinado...

Otras versiones apuntan a los sueños premonitorios que su mujer tuvo la noche antes que le advertían del fatídico final de su esposo, aunque ella le suplica que anule sus reuniones en el Senado, César ignora de nuevo y se dirige hacia su destino.

Lo que es más que evidente es que los romanos no contemplaban esta clase de técnicas adivinatorias como ajenas a su propia religión, sino que formaban parte de su propia idiosincrasia, cualquiera que pudiera apreciar un signo que le pareciera un presagio, lo exponía, lo enumeraba sin ser tachado por ello de superchería o brujería, ya que en sí este concepto no es asimilable como una conducta reprochable.

Virgilio, el gran poeta latino, en su Bucólica IV, hace una clara referencia a un niño que cambiará el devenir de los tiempos comenzando una edad de Oro que ya había sido profetizada por la Sibila de Cumas, con los años, los cristianos adoptaron el texto de Virgilio como un texto que profetizaba la llegada de Jesús, pero teniendo en cuenta el espacio temporal y las referencias paganas que adornan el texto, es bastante más plausible que Virgilio hablara metafóricamente de una nueva etapa pacificadora iniciada por Augusto tras las guerras civiles que habían asolado a Roma durante décadas.  

Aun así el texto habla de las profecías y las avala como certeras.

Conclusión

No debe extrañarnos la creencia de fuerzas sobrenaturales que inspiran y conducen nuestro destino, de hecho posiblemente muchos de estos presagios condujeron a sus protagonistas a cambiar el curso de la propia historia. Los mitos, los ritos, la adivinación, están tan unidos a su carácter como cualquier otro aspecto innato y aunque nos resulte inverosímil siguen formando parte de muchas de nuestras tradiciones, el cruzar los dedos, el toparse con animales negros, la creencia de la posesión, el levantarse con el pie izquierdo ... son simbologías ancestrales que sirvieron para controlar, satisfacer, o justificar determinados aspectos de la sociedad o de la política. No hemos cambiado tanto.

 

Mireia Gallego

Diciembre 2015

 

 

 

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